Junio nos parece el mejor mes de año: la temperatura ya es estupenda; el día más largo; se termina el curso escolar y el estrés que conlleva; pero sobre todo, nos gusta porque es el más musical de todo el año.
Con motivo del final de curso, todas las entidades relacionadas con la música organizan conciertos, recitales, actuaciones... además, el día 21 se conmemora el "Día internacional de la Música" y para celebrarlo mejor la sacan a la calle, la hacen presente en la vida de todos aunque no queramos, está en plazas, jardines, cementerios, colegios y salas de audición habituales, para deleite de profanos y expertos; lo inunda todo.
Nos parece un día mágico.
Así que, prácticamente todo el mes, suena y huele a música, y eso, nos encanta.
Quizá podamos vivir sin comer, pero no podríamos hacerlo sin música.
Los aficionados a la música clásica, a quienes el Ayuntamiento de Logroño ha dejado huérfanos al suprimir los conciertos que venía ofreciéndonos todos los lunes desde tiempos inmemoriales, hemos sigo acogidos por el Conservatorio Profesional de Música, que a lo largo de todo el curso escolar ofrece conciertos protagonizados por sus alumnos, tanto en su salón de actos, como en la sala de Cajarioja de GranVía, o en cualquiera de las dos salas de Riojafórum.
Es pasado miércoles día 13, pudimos disfrutar dentro del "Ciclo Conciertos de primavera", del buen hacer de los estudiantes más jóvenes que conforman la Banda Sinfónica; niños unos, jovencitos otros y todos ellos acompañados y arropados por varios profesores nos ofrecieron un programa con piezas musicales que si bien no todas están escritas para banda, sí las adaptan a su instrumentos, de viento, -metal y madera- y percusión, estupendamente interpretados, teniendo en cuenta que en algún caso era la primera vez que interpretaban un solo, con lo que ello conlleva sobre todo a tan temprana edad.
Nos sentimos agradecidos por seguir teniendo un lugar (o dos) donde acudir, a satisfacer nuestra necesidades espirituales. Esperamos que pese a la crisis, siga habiendo alumnos de música, ya que los oyentes-espectadores incondicionales estamos asegurados.
La noticia de la muerte de Ray Badbury, nos recuerda el desasosiego que sentimos la primera vez que vimos la película dirigida por Truffaut, basada en la novela de dicho autor, "Fahrenheit 451" y seguimos sintiendo cada vez que la visionamos de nuevo, o cuando leemos su libro, en el que un visionario Badbury, ya nos habla de televisiones planas y enormes casi como un elemento más de la familia, e incluso interactiva, a través de la que podemos ser otro protagonista de sus programas; así como de los peligros del pensamiento único.
Auténtico mago de las distopías, nos hace estremecer ya al principio de la historia cuando solo vemos antenas de televisión y calles solitarias. En la primera escena de quema de libros, en la que parece que el traje que se coloca el bombero, es más bien para protegerse del conocimiento que puedan desprender los libros al arder, que para protegerse de las llamas que provoca, es nuestro Don Quijote, el primero que lanzan a la parrilla y con ello sentimos una doble punzada.
Pero la que más nos impresiona es la de la mujer capaz de inmolarse con todos sus libros, antes que renunciar a vivir sin ellos.Vemos cómo el aire que entra a través de la ventana rota, pasa rápidamente las hojas de un libro de Dalí, o de Carrier du cinemá, y tantos otros. Sin embargo, dentro de tanta angustia, contemplamos un maravilloso lugar para la esperanza, en el descubrimiento de los hombres-libro.
Nos emociona especialmente, la escena en la que un libro de Stevenson, muere mientras recita el texto a su nieto "y murió como él pensaba, con las primeras nieves del invierno" en ese momento empiezan a caer en el bosque de los hombres-libro, las primeras nieves del invierno.
Aunque en ocasiones nos angustie, seguiremos contemplando la visión futurista de Bradbury, e intentaremos protegernos en lo posible de sus predicciones.
El viernes día 1 pudimos contemplar en el Teatro Bretón, la obra "Orquesta de Señoritas" del autor Jean Anouilh. Una obra escrita hace 50 años para ser interpretada por mujeres, pero que en su estreno no tuvo ningún éxito; tiempo después, a alguien se le ocurrió, que si la interpretaran hombres quizá fuera otra cosa.
¡Y vaya si lo es! A esto le añadimos la negrura de la obra y el esperpento está servido. La historia es sencilla y la hemos visto en multitud de ocasiones; se trata de un grupo de mujeres que tocan en una orquesta, y en los entreactos y durante sus desplazamientos, se muestran ellas mismas.
Es un clásico siempre vigente, ya que ahonda en los conflictos del ser humano. Nos muestra con incisivo y negro humor el ¿juego? entre la apariencia y la realidad; una realidad que nos atropella con sus miserias -que son las nuestras- y que nos hace sentir que cualquiera podemos ser una de esas "señoritas".
Habla de mujeres que luchan cada día por salir adelante; mujeres inmaduras emocionalmente, colgadas de unos hombres que lejos de amarlas, las desprecian y utilizan; o de una anciana madre dependiente, a la que se le racanean unos dulces o se castiga sin cambiarle los pañales cuando su cansado organismo ya no responde a lo que se espera de él, y sin embargo, quien se ocupa de ella se considera un modelo de hija, cuando lo cierto es, que es incapaz de hacer nada más con su vida.
Mujeres luchadoras, si, pero a la vez débiles, ya que no son capaces de vivir por sí mismas, siempre a la sombra de otro aunque su vida se desmorone, hasta el punto de quitarse la vida.
La obra no nos da un respiro, no deja ningún lugar a la esperanza.
Y la vida sigue...
Magníficamente interpretada por todos los actores, que también cantan con música en directo que siempre es de agradecer, se sitúa en la postguerra española, con canciones- esto nos recordó la película de Martín Patino "Canciones para después de una guerra"- que a la mayoría nos resultan familiares, bien por habérselas escuchado en su día a los cantantes- los más mayores- o por haberselas oído cantar de niños a nuestro padres.
Ha sido un experiencia muy interesante. Ahora nos gustaría poder conocer el montaje original, ya que se trata de una obra francesa, con música y canciones propias. Pese a salir con el corazón encogido, hemos visto cumplidas nuestras expectativas.