El verano es árido culturalmente. Parece que durante las largas y calurosas jornadas del estío no necesitáramos alimentar nuestro espíritu, o eso deben pensar quienes el resto del año programan y organizan los eventos con los que disfrutamos. Ni siquiera la cartelera se aviene a nuestros deseos, y lo único que podemos hacer es seguir leyendo.
A éste tenor, acabamos de terminar una sencilla, profunda y emotiva novela del magnífico escritor austríaco Stefan Sweig, titulada "Carta de una desconocida" Y es eso, una carta, en la que através de sus líneas nos cuenta la historia de una mujer que siendo niña se enamora de un escritor, un hombre mayor que ella que llega a vivir a su edificio.
El de nuestra desconocida -ni siquiera llegamos a saber su nombre- es un amor incondicional, sin límites de ningún tipo, sin contrapartida, unidireccional y único. En esa carta que ella se atreve a escribir sólo cuando tiene la certeza de su desaparición, le cuenta a su amado su vida, le declara su amor no correspondido e ignorado, amor solitario que no quiere que además, la muerte cubra de olvido.
Esta es una de esas historias de verdad, que nos recuerdan que somos capaces de hacer cualquier cosa por lo que realmente queremos.
Demoledor Sweig cuando escribe: "Terminó la carta con manos temblorosas. Después reflexionó largamente."
Sin embargo, ya no hay posibilidad de rectificar, de enmendar nada. Sólo sombras, reflejos y miedo.
Os animamos a leerla, es una pequeña maravilla.