Al llegar las fiestas patronales de San Bernabé, incluyendo el día de la Rioja, el teatro Bretón de Logroño, nos ofrece durante los festejos locales una programación bastante comercial y con gran poder de convocatoria que parece destinada a un público que no acude al teatro el resto del año.
Esto nos parece muy bien, pero como es un público poco habituado nos tememos que no sabe estar. Así pues nos encontramos con conversaciones de fondo y comentarios sobre la marcha como si estuvieran en el sofá de su casa; teléfonos móviles sonando-aunque esto es casi habitual desgraciadamente- y algo totalmente insólito: de pronto, un murmullo general nos impide escuchar a quien declama en ese momento al aparecer en escena un actor habitual de televisión; sin olvidarnos por supuesto de los portadores de cámaras fotográficas pese a la prohibición de utilizarlas.
Atraídos por el título de Agatha Christie "La ratonera", obra de misterio e intriga estrenada en Londres en 1952, que lleva en cartel en dicha ciudad 59 años, y obviando todo lo anterior decidimos acudir a la representación.
Mediante una puesta en escena sencilla pero digna, una acertada iluminación, y un bonito vestuario, el director Víctor Conde, nos desliza a través de una truculenta historia de crímenes, lamentablemente de lo más actual, ambientada en los años 40 en una casa de huéspedes situada en las afueras de Londres.
Tenemos ante nosotros a unos actores en su mayoría jóvenes que no profundizan lo suficiente en sus personajes dotados en algún caso, como el de la maestra por ejemplo, de gran fuerza dramática. Tampoco favorece mucho al hilo narrativo el descanso de 10 minutos justo en uno de los momentos importantes de la trama.
Tenemos que admitir, que desde nuestro punto de vista es una representación totalmente insustancial; lástima, ya que los mimbres de los que está hecha la historia nos parecen dignos de mayor gloria.
Tenemos que admitir, que desde nuestro punto de vista es una representación totalmente insustancial; lástima, ya que los mimbres de los que está hecha la historia nos parecen dignos de mayor gloria.
Aunque también el espectáculo del día siguiente "La cena de los idiotas" nos resulta familiar, no caemos en la tentación. Dudamos mucho que pueda superar a la genial y memorable película francesa dirigida en 1997 por el autor de la obra Francis Veber.