Ayer domingo, aprovechando la fiesta de la molienda que se celebra en el Valle de Ocón, decidimos darnos un paseo por la zona; debido a la hora, no pudimos contemplar la muestra Arte en la tierra, de Santa Lucía de Ocón, pero desde luego lo haremos a la primera oportunidad.
Pudimos disfrutar de la siega a la manera tradicional, y conocimos por dentro-y por fuera- un molino.
En el cerro del viento, existe una reproducción de un molino del siglo XIV aproximadamente, enclavado junto a los restos del original descubiertos en unas excavaciones realizadas por la Universidad de la Rioja.
Fue emocionante ver girar la enorme rueda que pone en funcionamiento la piedra de moler, y pensar en el molinero y dadas las condicicones, en lo arduo de un trabajo, casi comparable al de capitán de barco: siempre pendiente de las aspas-velas-, la dirección e intensidad del viento y el manejo de las piedras como si fueran el timón del barco.
Y ¿qué decir de las vistas que se aprecian desde el cerro del viento? mires donde mires son espectaculares, magníficas y provocan la necesidad de contemplarlas denuevo.
Sin embargo, tras toda esa emoción y belleza, sentimos verdadera lástima al contemplar uno de los pueblos del valle: Oteruelo, totalmente abandonado. Se nos encoge el corazón al pensar en las historias y las vidas que esas ruinas conocen, y que quizá ya no sean ni memoria en sus antiguos pobladores o descendientes.
Volveremos para pasear por esos caminos de piedra desiertos que piden a gritos nueva vida.
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